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Actualizado: hace 6 días

Diego Pérez, quien fue víctima del cura Eduardo Lorenzo, viajó a Roma para pedirle al papa Francisco que Víctor Manuel Tucho Fernández no asuma su nuevo cargo.
El 4 de noviembre de 2025, el Dicasterio para la Doctrina de la Fe, presidido por el cardenal Víctor Manuel Fernández, publicó el documento "Mater Populi Fidelis". Nota doctrinal sobre algunos títulos marianos relativos a la cooperación de María en la obra de la salvación.
La aparente cortesía de la primera frase, unida a la descalificación inmediata de quienes habrían originado tales solicitudes, denota una cierta falta de honestidad intelectual. Es el viejo arte de dejar caer la piedra y esconder la mano, recurso frecuente en la comunicación vaticana, más notablemente desde 2013: se afirma apertura al diálogo mientras se silencia o desacredita a los interlocutores.
Buena lectura.
Jacques Pintor
La nota se presenta —según sus propias palabras— como una respuesta a “numerosas solicitudes y propuestas llegadas a la Santa Sede”. Sin embargo, la frase resulta sospechosamente ambigua, pues acto seguido advierte de “grupos, publicaciones y nuevas devociones que, intensamente difundidas en redes sociales, siembran confusión entre los fieles ordinarios”.
Resulta cuanto menos curioso que esta nota doctrinal aparezca poco después de la visita al Vaticano de Charles III, cabeza de la Comunión Anglicana, una iglesia nacionalista y mundialmente extendida pero carente de unidad dogmática, nacida de la ira de un rey asesino de seis esposas, Enrique VIII, al no obtener el permiso del Papa para divorciarse de una de ellas . Un rey, Enrique VIII, con el título de Defensor de la Fe.
Carlos III es un monarca que, como es público, no ejemplifica una fe sólida: casado con una mujer divorciada (ahora la reina consorte Camila) no mucho después de la muerte en trágicas circunstancias de su esposa Diana, la "princesa del pueblo", incapaz el monarca de dar testimonio claro de vida cristiana, y cuya misión fundacional como soberano es precisamente defender la fe protestante. Con todo, León XIV le acaba de conceder el título de Cofrade Real de la Basílica de San Pablo Extramuros.
En este contexto, la publicación de Mater Populi Fidelis parece responder a una fiebre de ecumenismo, que conduce al Vaticano a ceder en la doctrina para conservar la imagen de apertura. Esta crisis de identidad doctrinal se manifiesta en gestos de diplomacia religiosa: acercarse a los anglicanos rebajando la mariología; preparar el aniversario del Concilio de Nicea suavizando el filioque del Credo.Sin embargo, el precio de estas concesiones es alto: la pérdida del lenguaje dogmático que expresa la verdad.
La fe anglicana, nacida de una decisión política y mantenida por la tradición social inglesa, es más nacional que teologal. Es difícil concebir mártires anglicanos: la fidelidad al evangelio, cuando se da, tiende a conducirlos hacia Roma o hacia la santidad de vida privada, no al sacrificio público (Sí existieron mártires anglicanos —como los de Uganda en 1885, convertidos luego al catolicismo—, pero son la excepción que confirma la regla). Una fe social y cortesana raramente engendra mártires; el catolicismo, en cambio, los produce cuando se vive como encuentro con Cristo.
El nuevo documento vaticano rechaza el uso del título “Corredentora” con el argumento de que “oscurece la mediación única de Cristo”. Su intención no es tanto negar la cooperación de María cuanto redefinirla en términos morales y pedagógicos:
“Solo Dios puede conferir gracia. Ni María ni los santos actúan como intermediarios en la comunicación de la gracia, sino que interceden para que la recibamos.” (§53-55)
Esta reducción equivale a una mariología terapéutica y pastoral —expresión mía, no del texto— que presenta a María como consuelo, modelo y madre, pero ya no como partícipe real en la redención. En el fondo, se elimina la dimensión ontológica de su cooperación para mantener solo la psicológica: María acompaña, no actúa; enseña, no interviene; consuela, pero no redime con Cristo.
La expresión Mater Populi Fidelis —“Madre del Pueblo Fiel de Dios”— no proviene de la tradición antigua. Es una invención moderna, formulada en el marco de la teología del pueblo, muy próxima a la corriente latinoamericana. Se inspira en la terminología del Documento de Aparecida (2007) y en la predicación de Francisco: “María es la madre del pueblo fiel que camina” (Homilía en Aparecida, 2013). El título, por tanto, no tiene raíces litúrgicas o devocionales anteriores; su función es pastoral, no dogmática.
De modo similar, la expresión “primera discípula” no fue acuñada por Francisco —aunque la haya popularizado— sino que aparece ya en Pablo VI, en la exhortación Marialis Cultus (1974, §35), donde la Virgen es llamada “la primera y más perfecta discípula de Cristo”. Ambos conceptos —“madre del pueblo fiel” y “primera discípula”— sustituyen la categoría dogmática por la testimonial: María como ejemplo, no como mediadora. El Concilio Vaticano II, sin embargo, sí consiguió mantener el título de Mediadora (Mediatrix) en Lumen Gentium 62:
“La misión materna de María para con los hombres de ninguna manera oscurece ni disminuye la mediación única de Cristo, sino que muestra su eficacia. […] Por tanto, la Santísima Virgen es invocada en la Iglesia con los títulos de Abogada, Auxiliadora, Socorro y Mediadora.”
El Vaticano de 2025 parece olvidar este equilibrio conciliar.
Negar a María el título de Corredentora lleva también a olvidar que toda vida cristiana es corredentora. El cristiano participa de la Redención al vivir su vocación recibida por el Primer Sacranento, el Bautismo: el sufrimiento, la fidelidad y la caridad se unen a la Cruz de Cristo y adquieren valor Redentos unidas al Sacrificio del Cordero de Dios, Dios y Hombre, Segunda Persona de la Santísima Trinidad..
El copiloto no siempre pilota, pero sin él el viaje es más incierto.
Cristo se encarna en nosotros por el bautismo de una manera mística, somos hechos hijos adoptivos de Dios de una manera real, y "otros Cristos", porque Él comparte nuestra naturaleza humana y está presente en las actividades de los hombres y mujeres a través del cristiano que "pasa" por el mundo. Y aunque popularmente se diga que “todos somos hijos de Dios”, la verdad teológica es que solo el bautismo nos hace realmente hijos por adopción. Cristo, en cambio, es Hijo por naturaleza, y esa unión hipostática —la unión de la naturaleza humana y divina en una sola Persona, la Segunda de la Santísima Trinidad, — es el fundamento de toda participación en su Redención. Por eso, en sentido amplio, todos somos corredentores, porque Cristo se sirve de nuestras vidas para prolongar su obra salvadora, somos sus enviados a la misión con el "id y predicad", "convertid a todos los hombres".
Mater Populi Fidelis concluye con un elogio de María como “Madre del pueblo que camina”. Pero este lenguaje, aunque entrañable, revela la transformación del catolicismo en discurso humanista. Revela también la fiebre democratizadora (contra su propia esencia) de la Iglesia Católica. Cuando la Iglesia renuncia a proclamar el misterio —por temor a parecer exclusivista—, termina dialogando consigo misma. Puede también entreverse una vez más la propaganda del término "sinodal", caminar juntos, hasta la saciedad. De María, nunquam satis, nunca suficiente. De propagandas populistas, ya vale.
La nota doctrinal no corrige errores, sino que homologa la confusión. En su afán ecumenicista, la Santa Sede, o mejor, el Vaticano oscuro de esta nueva época preconizada por el papa Francisco, parece dispuesta a diluir lo sobrenatural para mantener la simpatía de los interlocutores. Así, Mater Populi Fidelis es menos una enseñanza de fe que un gesto diplomático en un tiempo de fe débil.
Dicasterio para la Doctrina de la Fe. (2025, 4 de noviembre). Mater Populi Fidelis: Doctrinal note on some Marian titles regarding Mary’s cooperation in the work of salvation.Ciudad del Vaticano: Librería Editrice Vaticana. Disponible en: https://www.vatican.va/roman_curia/congregations/cfaith/documents/rc_ddf_doc_20251104_mater-populi-fidelis_en.html
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