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Entorno del Obispo Español Pedro Aguado Intentó Silenciar a la Víctima tras Denunciar Encubrimiento Escolapio

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Aguado Cuesta, antiguo superior general de los escolapios y ahora obispo de Huesca-Jaca, España.

Redes sociales de las Cortes de Aragón, 2025


“La esencia del periodismo es dramática. El periodista auténtico oculta lo suyo y revela lo ajeno; reúne en sí las vibraciones dispersas y las transmite; semejante al cómico, desaparece bajo la realidad que nos transfiere.”


El superviviente de los abusos del sacerdote Miguel Flores afirma que recibió amenazas de muerte después de exponer las mentiras y omisiones del hoy obispo de Huesca y Jaca y de la orden de las Escuelas Pías. Comenzamos con una primera síntesis. En breve ampliaremos la información.

Buena lectura.

Jacques Pintor


ESTE ARTÍCULO SE PUBLICA PORPRIMERA VEZ EN 19 DE NOVIEMBRE DE 2025

Por Yanelis Tovar



Entorno del Obispo Español Pedro Aguado Intentó Silenciar a la Víctima tras Denunciar Encubrimiento Escolapio -


  1. Pedro Aguado: dos continentes, un mismo patrón. El silencio que une México, Aragón y Roma

Cuando en México la víctima Javier Alcántara comenzaba a narrar públicamente la arquitectura del encubrimiento escolapio que sufrió desde los once años, en España se producía un movimiento inesperado: el nombramiento de Pedro Aguado Cuesta, encubridor del caso, como obispo de Huesca y Jaca, apenas tres semanas antes de la muerte del papa Francisco.


El contexto vaticano no admite ingenuidad: en esas fechas, Francisco agonizaba, apenas podía sostener un bolígrafo, y en Roma se admitía informalmente que varias firmas papales eran conducidas físicamente —moviendo su mano sobre el papel— o directamente estampadas sin consentimiento real como ocurrió con la amenaza de excomunión de dos laicos peruanos molestos para el sistema .Ese tipo de nombramientos de última hora siempre huelen a una mano: el cardenal Juan José Omella, verdadero “kingmaker” español en la corte pontificia, que ha manejado todos los nombramiesntos de Aragón: Escribano en Zaragoza, Satué en Teruel (ahora promovido a Málaga), Julián Ruiz Martorell de Huesca-Jaca a Sigüenza-Guadaajara para apartarlo del juicio en el que es llamado para dar cuenta de su gestión criminal con pervertidos sexuales al frente de los niños en la catequesis.


En ese escenario opaco, Aguado salió de Roma —donde trabajaba— con una mitra en la maleta y una sombra en los talones: el testimonio de una víctima que lo sitúa en el centro de un encubrimiento cometido durante su mandato como Superior General de los escolapios.


  1. El relato de Javier Alcántara: promesas, papeles y un sacerdote nunca retirado

La víctima cuenta, en dos entrevistas públicas, que en 2019 Pedro Aguado —entonces Superior General de las Escuelas Pías— viajó desde Roma hasta Cancún para reunirse con él. Según Javier, Aguado lo abrazó, le pidió perdón “en nombre de todos los escolapios”, le aseguró que denunciaría al agresor ante el Vaticano y ante la justicia civil si era condenado y que el sacerdote Miguel Flores Martínez sería retirado “para siempre” del contacto con menores. No solo eso. Según la víctima, Aguado afirmó que Miguel sería enviado a un monasterio en España, en régimen de vida contemplativa, aislado del mundo.


Esa promesa —ya de por sí extraordinaria— se integra en un patrón más amplio: cada versión institucional que recibió Javier acabó siendo desmentida por los hechos.


  1. El documento en latín y la sanción que nunca ocurrió

Javier relata que Aguado le exhibió un documento en latín que supuestamente certificaba la expulsión de Miguel Flores y su reducción al estado laical y aislamiento en clausura. Pero la realidad es la contraria. En México, Flores continuó celebrando misas durante al menos dos años más, hasta 2022. En Tlaxcala, estuvo presente en templos y en un centro educativo, y un escolapio español residente en México y amigo de Javier comentó, inocente, que “su mentor Flores” estaba activo en un colegio, sin saber que hablaba con una de sus víctimas.


Este detalle aportado por Javier, destruye la narrativa institucional. Porque muestra que Flores no estaba retirado, ni en México ni en España.


  1. La cadena de omisiones: Aguado, Hernández Avilés y Véis

La víctima señala a tres responsables eclesiales: Pedro Aguado Cuesta, Superior General en el momento de los hechos, Fernando Hernández Avilés, provincial en México, quien además ofició el funeral de Miguel Flores, llamándolo “gran sacerdote” aun conociendo la denuncia y habiendo sido secularizado, y Marco Antonio Véis, que tuvo conocimiento del caso desde el principio. Ninguno de ells activó mecanismos de protección reales. Ninguno informó a la víctima de manera verificable. Ninguno garantizó el retiro efectivo del agresor.

Y uno de ellos —Aguado— fue recompensado con una diócesis española.


  1. El salto a Aragón: un obispo que aterriza sobre un avispero político

La llegada de Aguado a Huesca y Jaca coincide con otro episodio que ha sacudido la región: el caso del sacerdote Vicente Jesús López Brea Urbán, acusado públicamente de instrumentalizar la Iglesia para fines personales y ascender al funcionariado público sin formación sanitaria, convirtiéndose en director de salud de Calatayud gracias a un doble aval: el del obispo Julián Ruiz Martorell, y el del presidente aragonés Jorge Azcón.


Es una trama donde Iglesia y poder civil se entrelazan para colocar figuras afines en puestos estratégicos. Aguado, recién llegado de Roma, hereda esa atmósfera. Mientras tanto, en México, una víctima denuncia que él mismo fue parte del encubrimiento de un abusador.


  1. Amenazas de muerte: el punto que transforma el caso en una cuestión pública mayor

En su segunda entrevista televisiva, Javier afirma haber recibido amenazas de muerte atribuidas a personas del entorno de Aguado. Lo dice con serenidad y una claridad abrupta: “Yo no tengo miedo. No me van a callar.”


Estas amenazas —según la víctima— llegaron cuando él insistía en que el encubrimiento no había sido un error, sino una estructura.


  1. Lo que ya es incuestionable

Las entrevistas mexicanas —emitidas públicamente— dejan tres hechos claros: Aguado prometió sanciones que no se ejecutaron, Miguel Flores siguió ejerciendo durante años tras su supuesta laicización, la víctima fue remitida por la jerarquía mexicana… a quienes supuestamente encubrieron a su agresor. Es decir: el círculo perfecto de impunidad clerical.


  1. La pregunta que Huesca y Jaca deberían formular hoy

La diócesis ha recibido a un obispo cuyo nombre aparece ya en una carpeta de investigación en México, citado como responsable de una supuesta gestión irregular de un abuso infantil. No es una cuestión teológica. Es una cuestión moral y de responsabilidad pública. Y la pregunta es tan simple como devastadora: ¿Qué sabía exactamente Pedro Aguado y qué decidió hacer con esa información? Hasta que se responda, el silencio no es prudencia: es complicidad. Para más inri, le ha nombrado un papa traído del Perú para aprtarlo de las denuncias que le apuntan como encubridor tanto en Chiclayo, Perú, como en Chicago, USA. Hacemos extensibles las preguntas a Robert Prevost.


  1. Las dos entrevistas en vídeo, desde México

Aquí las dos entrevistas envídeo desde un canalmexicano,




NOTA DE LA REDACCIÓN: Como explica y rectifica la víctima a la entrevistadora, el cura agresor era escolapio, no en este caso legionario de Cristo.


Para ofrecer información y denunciar, jacquespintor@gmail.com

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