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LA IGLESIA CONTEMPORIZADORA DE BARCELONA. EL CASO LLIGADAS. LA FALTA DE FE (II)


En la archidiócesis de Barcelona se dan todo tipo de conductas inmorales entre los clérigos, que los laicos en el fondo no les importan, decíamos en una Entrada reciente.

Como ejemplo de la pérdida de la Fe en Nuestro Señor Jesucristo, ofrecíamos una Entrada de Blog de Josep Lligadas, una persona que dirige desde la sombra los derroteros de la liturgia dominical en la iglesia catalana, ex cura, comunista, y que como queda reflejado en el blog cuya Entrada compartimos, no cree en que la Gracia de Dios sea suficiente para ayudar a las almas a alcanzar la salvación. Propone modificar la moral sexual de la Iglesia católica para amoldarla a las conductas animales de la dimensión más animal del ser humano.

En esta Entrada mostramos cómo vanaliza el sacramento de la reconciliación considerándola como poco más que en una sesión de coaching espiritual, y propone que la Iglesia tiene que potenciar la dimensión comunitaria del sacramento en cuestión, con absolución general, por encima de las ocasiones en que ciertos individuos por su manera de ser prefieran una atención personalizada. Iremos informando sobre esto.

Buena lectura.

Jacques Pintor

Copyright @2021 JACQUES PINTOR Cualquier cita de este artículo debe hacer referencia directa a esta entrada, a este Blog y al autor Jacques Pintor. Para aportar información escribir a jacquespintor@gmail.com, Twitter @jacquesplease 

EN ESTA ENTRADA:
- Un hombre mundanizado dirigiendo la Fe de los católicos catalanes	
- El futuro del sacramento de la penitencia

Un hombre mundanizado dirigiendo la Fe de los católicos catalanes

Aquí nuestra traducción al español de los párrafos más significativos de la Entrada en el blog de Josep Lligadas. La Entrada puede accederse pinchando en el enlace aquí.

Después, sin embargo, la cosa se fue ampliando.


El futuro del sacramento de la penitencia

"(...) Después, sin embargo, la cosa se fue ampliando. A partir de una especie de deseo de perfección cultivado sobre todo por los monjes, se fueron realizando catálogos de pecados, graves y menos graves, y se comenzó a considerar importante confesarse con un cura, como representante de la Iglesia, con frecuencia. (...)

La exageración en todo este proceso, el rechazo que provoca el control de las conciencias que la confesión frecuentemente ha comportado, junto a la pérdida de credibilidad respecto a lo que la doctrina oficial de la Iglesia considera pecado, ha provocado el desprestigio del sacramento y el alejamiento de él de la mayoría de los cristianos. Y llegados a este punto la pregunta sería: ¿es recuperable el sacramento de la penitencia para la mayoría de los cristianos?

Yo creo que hay un nivel en el que el sacramento mantiene todo su valor: cuando un cristiano ha actuado de tal manera que ha roto radicalmente con el proyecto de Dios. El homicidio, o el tráfico de armas, o la opresión de los pobres serían, sin duda, ejemplos poco discutibles de este hecho. El cristiano que hace estas cosas ha de tener claro que así no puede considerarse miembro de la comunidad cristiana; y para volver a serlo, le hace falta una reconciliación personal y eclesial explícita. El problema es saber cuándo se da esta situación, más allá de casos indiscutibles como estos que he descrito. Como decíamos la semana pasada, la manera cómo la Iglesia plantea su doctrina oficial no ayuda mucho a aclarar una cuestión tan relevante.

También existe otro nivel en el que el sacramento mantiene todo el valor: el de las personas a las que celebrar el sacramento de manera individual les va bien. Así de sencillo. Expresar visiblemente, personalmente, la propia condición pecadora delante de un cura, poder hablar de ello largo y tendido o por el contrario brevemente, y celebrar que Dios me perdona también de manera visible, es una cosa buena. A muchos les puede ayudar en su crecimiento cristiano. Y cada cual debería pensar si no le haría bien, de vez en cuando, recurrir a esta práctica. Pero en cualquier caso, no puede considerarse que todos los cristianos deban acercarse al perdón de Dios de esta manera específica.

Y la pregunta es, ¿qué pasa con el resto de los cristianos? ¿Les bastará el perdón que se recibe en el fondo del corazón, o en el amor a los otros, o en la comunión con el Cuerpo y la Sangre de Cristo en la Eucaristía, como hablábamos la semana pasada? A mí me parece que es bueno expresar nuestra petición de perdón de una manera más específica y visible. ¿pero, cómo? Cuando después del Concilio Vaticano II se reformó el rito del sacramento de la penitencia, se definieron tres posibles maneras de celebrarlo: la celebración individual, la celebración comunitaria con confesión y absolución individual y la celebración comunitaria con absolución general. Esta tercera fórmula cuajó enseguida en muchos lugares. (...)

Al cabo de un tiempo, sin embargo, el Vaticano se asustó porque debieron de pensar que este tipo de celebración "abarataba" el perdón de Dios y dijo que esa tercera fórmula solamente servía para casos de urgencia (cosa que no acaba de tener mucho sentido, porque en un "caso de urgencia" real no parece que pudiera haber tiempo de ir a buscar el ritual ni de realizar los ritos que el ritual prevé...). La celebración comunitaria, dijeron, tiene que ser con confesión y absolución individual de los pecados.

Esta nueva normativa fue implantándose, pero disminuyó mucho el nombre de participantes en las celebraciones comunitarias. Y, como dijeron los obispos suizos cuando el Vaticano exigió la supresión de la tercera fórmula, muchos cristianos se quedaron sin un momento explícito de visualización de la conciencia del pecado y del perdón de Dios.

Ya he dicho más arriba que los pecados que rompen la comunión con Dios reclaman una reconciliación personal y eclesial explícita. Pero estos casos, contrariamente a lo que parece proponer todavía hoy la doctrina oficial de la Iglesia, no se dan nunca en la vida de la mayoría de los cristianos, de manera que a la mayoría de los cristianos no les hace falta una celebración personal del sacramento. En cambio, para esta mayoría, tener ocasión en momentos importantes durante el año de reconocer que, a pesar de que no pecan gravemente, sí que pecamos, y nos hace falta recibir el perdón de Dios, nos haría crecer como cristianos. Y la celebración comunitaria de la penitencia con absolución general nos ofrecía esta posibilidad. Eliminarla ha significado, creo, un grave error. Ojalá los responsables de la Iglesia se diesen cuenta y se pudiera recuperar.


[Després, però, la cosa es va anar ampliant. A partir d’una mena de desig de perfecció cultivat sobretot pels monjos, es van anar fent catàlegs de pecats, greus i menys greus, i es va anar considerant important confessar-se’n a un capellà, com a representant de l’Església, amb freqüència. (...)

L’exageració en tot aquest procés, el rebuig que provoca el control de les consciències que la confessió dels pecats ha comportat sovint, i la pèrdua de credibilitat respecte al que segons la doctrina oficial de l’Església s’ha de considerar pecat, ha provocat el desprestigi del sagrament i l’allunyament d’ell de la majoria dels cristians. I la pregunta seria: ¿és recuperable, el sagrament de la penitència, per a la majoria del poble cristià?

Jo crec que hi ha un nivell en què el sagrament manté tot el seu valor: quan un cristià ha actuat de tal manera que ha trencat radicalment amb el projecte de Déu. L’homicidi, o el tràfic d’armes, o l’opressió dels pobres i dels febles serien, sens dubte, exemples poc discutibles d’aquest fet. El cristià que fa coses d’aquestes, ha de tenir clar que així no pot considerar-se membre de la comunitat cristiana; i per tornar-ho a ser, li cal una reconciliació personal i eclesial explícita. El problema és saber quan es dona aquesta situació, més enllà de casos induscutibles com aquests que he dit. Com dèiem la setmana passada, la manera com l’Església planteja la seva doctrina oficial, no ajuda gaire a aclarir una qüestió tan rellevant.

També hi ha un altre nivell en què el sagrament manté tot el valor: el de les persones a les quals celebrar el sagrament de manera individual els va bé. Així de senzill. Expressar visiblement, personalment, la pròpia condició pecadora davant d’un capellà, poder-ne parlar llargament o breument, i celebrar que Déu em perdona també de manera visible, és, sens dubte, una bona cosa. A molts els pot ajudar en el seu creixement cristià. I cadascú hauria de pensar si no li seria bo, de tant en tant, recórrer a aquesta pràctica. Però en tot cas, no es pot considerar que tots els cristians hagin de acostar-se al perdó de Déu d’aquesta manera específica.

I la pregunta és què passa amb la resta de cristians. ¿Els bastarà el perdó que es rep en el fons del cor, o en l’amor als altres, o en la comunió amb el cos i la sang de Crist en l’Eucaristia, de què parlàvem la setmana passada? A mi em sembla que és bo expressar la nostra petició de perdó i la nostra celebració d’aquest perdó d’una manera més específica i visible. ¿Però com? Quan després del Concili Vaticà II es va reformar el ritual del sagrament de la penitència es van fixar tres fórmules possibles: la celebració individual, la celebració comunitària amb confessió i absolució individual, i la celebració comunitària amb absolució general. La tercera fórmula va quallar de seguida a molts llocs. (...)

Al cap d’un temps, però, al Vaticà es van espantar perquè devien pensar que aquest tipus de celebració “abaratia” el perdó de Déu i va dir que aquella tercera fórmula només servia per a casos d’urgència (cosa sense gaire cap ni peus, perquè en un “cas d’urgència”, no sembla que hi hagi d’haver temps d’anar a buscar un ritual ni de fer els ritus que el ritual preveu...). La celebració comunitària, es va dir, ha de ser amb confessió dels pecats individual i absolució individual.

Aquesta nova normativa es va anar implantant, però va baixar molt el nombre de participants en les celebracions comunitàries. I, com van dir els bisbes suïssos quan el Vaticà va exigir la supressió de la tercera fórmula, molts cristians es van quedar sense un moment explícit de visibilització de la consciència del pecat i del perdó de Déu.

Ja he dit abans que crec que els pecats que trenquen la comunió amb Déu reclamen una reconciliació personal i eclesial explícita. Però aquests casos, contra el que sembla pressuposar encara ara la doctrina oficial de l’Església, no es donen mai en la vida de la majoria de cristians, de manera que a la majoria de cristians no els cal una celebració personal del sagrament. Però en canvi, per a aquesta majoria, tenir unes ocasions en moments cabdals de l’any en què reconeguem que, malgrat que no pequem greument, sí que pequem, i que ens cal rebre el perdó de Déu, ens faria créixer com a cristians. I la celebració comunitària de la penitència amb absolució general ens oferia aquesta possibilitat. Eliminar-la ha estat, crec, un greu error. Tant de bo que els responsables de l’Església se n’adonessin i es pogués recuperar].

En definitiva, que el patético Lligadas ve el deseo de frecuentar la confesión sacramental y su necesidad por parte de un fiel como síntoma o sospecha de debilidad psicológica, y difiere -puede hacerlo si quiere- de la enseñanza de San Pío X papa y de tantos papas sobre el beneficio de la confesión frecuente para el progreso en el camino de amor de Dios. Lligadas dixit.

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